Jornal Aldrava Cultural - ISSN: 1519-9665
Artigos - El espetáculo de la vida

ARTÍCULO

Publicado en el Jornal Aldrava Cultural, Nº 60, pág. 03


El espectáculo de la vida, la semiótica compleja de Antonio Gualda.

Autor: J. B. Donadon-Leal
Traducción: Nuria Nieto Núñez

En 1994, cuando realicé un curso de semiótica lingüística con el profesor Cidmar Teodoro Pais, en la Universidad de São Paulo, me produjo una gran curiosidad uno de los ejemplos más sensacionales de la semiótica con el que jamás me había encontrado: el espectáculo de la vida. Además de magnífico, me parecía que jamás podría analizar una semiótica de esa naturaleza, dada su grandeza. Hasta entonces, tenía la costumbre de trabajar con objetos de análisis pequeños, tales como la semiótica verbal (oral y escrita), la semiótica no verbal (música, pintura, escultura y mímica), y la semiótica compleja (teatro y cine), pero no conseguía imaginar el análisis de un espectáculo tan complejo como es el de la vida. Me lancé a analizar una biografía, como si esa fuese una semiótica compleja, pero una narración biográfica no es más que un género de semiótica verbal escrita. Las vidas llevadas al cine podrían representar ese espectáculo, pero dicha vida retratada en la pantalla ya está adulterada por la visión restrictiva del escritor, del guionista, del director y de los actores. El espectáculo de la vida, esa semiótica que me desafiaba ya desde aquella época, solamente puede analizarse in situ, in presentía, nunca desde la ausencia, nunca a través de la visión filtrada por otra narración que no sea la de la propia existencia pragmática y en el proceso de una vida en construcción tomándola como objeto de análisis a lo largo de la propia existencia. Una vida de 30 años sólo se podría analizar en 30 años.
Lo más cerca que estuve de un espectáculo de esa naturaleza fue del acervo literario de los poetas del “Ciclo de Ouro” de Minas Gerais (Tomás Antônio Gonzaga, Cláudio Manuel da Costa, Silva Alvarenga y Alvarenga Peixoto, todos del siglo XVIII), conjunto de documentos con los que trabajé en mis actividades de investigación en el “Análisis del discurso y semiótica” y que relatan una trayectoria de vida compleja y están disponibles para desarrollar un análisis. Sin embargo, tan sólo tenía en mis manos unos pocos documentos que no representaban una vida entera. Entones fue cuando el destino me presentó la obra poética, musical y pictórica de Antonio Gualda. Él, más que un artista, es un promotor de arte, un mecenas y un incentivador de nuevas vidas artísticas. Una vida dedicada al arte es un espectáculo. Claro que no es posible analizar ese espectáculo en su totalidad, especialmente, porque este analista solamente puede verlo en su versión digital y en una distancia continental, separada por el Océano Atlántico. De cualquier forma, la parte visible de ese espectáculo salta a la vista y cautiva los oídos, en una muestra capaz de instaurar dicha grandeza, en el sentido literal de la palabra, característica que se manifiesta en cada una de sus apariciones artísticas en las que se convierte realmente en productor de nuevos significados.
Por sí solo un hombre es un ser completo, aunque sea en apariciones fragmentadas de su vida. Aún, más completo todavía, es un hombre que produce arte, porque ningún otro acto humano es más espectacular que el arte. Si no es posible analizar una vida entera, una vida artística parece poder ser un objeto de análisis.

 

 

 

 

 

Golden slumbers, miles away

Es prudente comenzar por la pintura, esa voz plástica que habla sin pronunciar palabras. Las artes plásticas son reveladoras de momentos de la vida que se dejan fotografiar por la visión creadora del artista. Una pintura no es tan sólo un retrato muerto, sino también una narración viva de un momento vivido, especialmente cuando el artista tiene conciencia del papel social que desempeña. Una colección de artes plásticas puede no solamente representar un momento de la vida, sino una vida entera. ¿Para qué buscar la biografía de alguien, para qué mirar a través de las palabras de otros la vida de un artista, si es posible ver directamente al artista a través de su arte? Antonio Gualda revela en “Los sueños blanquinegros” (colección de 1987) un relato surrealista de su propia vida y de las personas que lo rodean; todo ello a través de imágenes impregnadas de una memoria que consiguió rescatar como el que busca claros entre tinieblas de un pasado remoto e intocable. El pasado está intacto hasta que el sueño artístico se convierte en aspiración, en el deseo por alguna cosa y en un sueño como meta por alcanzar. Las figuras negras destacadas de la luz representan relatos de vida: círculos familiares, de amistad y profesionales, aspiraciones profesionales, deseos pasionales, impulsos artísticos, la seriedad de la vida y su comicidad. Reaparecen circunstancias de la vida cotidiana, como si, al reaparecer, las viviese de nuevo. Los sueños de tiempos pasados son sueños presentes, en los que la luz ilumina algo blanco sobre un fondo negro o una sombra negra de algo que estaba perdido en la memoria ante la proyección blanca de la luz. ¿Para qué los colores, si la luz blanca proyectada en el prisma de Newton reinventa los colores que proyectados de nuevo vuelven a convertirse en blanco? La luz es suficiente. La vida es luz. El arte es luz. El arte es vida. Y la vida con arte es un espectáculo de luces, de cuyas sensaciones nace la percepción más refinada del mundo. Un retrato, perdido en un cajón, puede volver a ser un relato necesario para el tiempo presente, para producir nuevos proyectos de futuro y, así, poder garantizar la felicidad venidera. Las pinturas son poemas sintéticos.
Finalmente, cuando se proyectan colores, las personas continúan percibiendo el centro de atención del pintor. Como ocurre con los colores de “El éter caliente” (colección de 1989) con el predominio del rojo y de su calor perturbador, tanto provocado por la explosión de la bomba de Hiroshima, como por las procesiones de después de los funerales, ya sea en los diálogos o en el reflejo de la soledad. ¡¿Qué hace, si no, al artista transmitir el sufrimiento como otros lo sufren, la alegría como otros la sienten e intercambiar ideas entre diferentes universos discursivos asimilados por diferentes círculos de personas?! ¿Será que la evolución humana no es una imposición de la naturaleza, sino el resultado del intercambio de experiencias de personas que se lanzan a la aventura cotidiana de discutir acciones realizadas y programadas?
Y ¿qué decir de las emociones y de las pasiones? Dejar al alma salir de la materialidad del cuerpo, para materializarse en la pintura es una obra divina que se manifiesta en el hombre a través del más noble sentimiento: el arte. Ante el horror de la guerra o ante la euforia por los Beatles, el artista se deja llevar por las emociones y por las pasiones. No existe nada más noble y verdadero que el sentimiento humano y la reacción sincera ante otras acciones humanas, malas o buenas. La reacción del artista es la de transmitir a los hombres que las buenas acciones se deben repetir y reeditar, mientras que las malas se deben tomar como ejemplo para que no se repitan.
Ser artista ya sería suficiente para la realización humana. Para otros hombres sí; pero no para Antonio Gualda. Él no cabe en sí mismo y necesita también la música para alcanzar toda su emoción y pasión por la vida. No basta el diálogo entre los instrumentos dentro de la composición musical, ya que la melodía debe estar en sintonía con los barrios de Granada, con las personas de su tierra y con su pintura. Si existen fronteras entre una manifestación artística y otra, en su obra desaparecen. La música y las artes plásticas se funden en armonía, cada una, a su manera, conspiran contra las asperezas de la vida y proporcionan el encuentro con los sueños.
Los ruidos terrenales, que atemorizan y dan coraje al mismo tiempo, no se contentan con los acordes musicales: precisan de las palabras de una forma desesperada, las cuáles aparecen en forma de poesía, en un devenir que no fue solicitado, pero que se vuelve necesario en la vida, que se alza de manera espectacular en Antonio Gualda. El arte no es una mera ostentación; es algo primordial para un amigo que necesita que lo saquen de su inercia, para que sienta las ganas de aprender otras lenguas, de interactuar con las novedades y encontrar, como Gualda, cosas nuevas que pasan por delante de nuestros ojos. El arte no es tan sólo una profesión, de cuyo esfuerzo se consigue ganar el pan de cada día. El arte forma parte del espectáculo de la vida, de las acciones más banales y corrientes, dentro de las expresiones diarias y de las relaciones personales. De este modo, hacer arte se vuelve una parte tan intensa de la vida que el artista pasa a necesitar ver el arte que emana de los otros. Además de artista, Gualda se convierte en mecenas, productor de arte y maestro en el arte de dar ejemplo de incentivar a los que comienzan a recorrer los caminos del arte. Su vida ya no es la sucesión de un día tras otro, es un espectáculo. Su obra no es tan solo un conjunto de obras separadas, sino una unión de expectativas, emociones y pasiones, ingredientes necesarios dentro de vidas espectaculares. Claro que es imposible, dados los límites de la actividad humana, pretender analizar un espectáculo de esta naturaleza. Claro que la semiótica compleja, tomando como ejemplo la metáfora del espectáculo de la vida, nunca podrá ser alcanzada, pero es bueno encontrar ejemplos de vida que sean espectaculares por la grandeza que representan para el enriquecimiento de la cultura; especialmente, cuando traducida por el valor de la producción artística, va más allá de los límites de las teorías y de los métodos de análisis. Ahora cabe lamentar una cuestión: qué pena que Brasil tarde tanto en darse cuenta de la existencia de valores culturales tan espectaculares,
aparte del reconocimiento a la gran producción pop tan mediática. Quién sabe si mi persistencia, batiendo aldabas y llamando a las puertas de todas las artes, proporcione a este país tropical una visión más abierta en cuanto a las artes populares, al espectáculo representativo de la belleza de Antonio Gualda, en Granada, España, en Europa y en todas las esferas culturales que saben apreciar el arte en su plenitud.
Antonio Gualda, con una vida dedicada al arte transformada en espectáculo, dentro de una semiótica compleja de pintura, música, poesía y promotor en la expresión de las emociones y de las pasiones como lenguaje universal, expresa a través de un instrumento o a través de muchas orquestas reunidas, con una imagen de luz en su expresión máxima, coloreando o no espectros con significado; disponiendo palabras en verso en el sentido más ambiguo de la voluntad, garantiza las perennes semióticas que constituyen la evolución, el arte de la evolución haciendo nuevo e inusitado cada instante que aparece en este espectacular presente que es la vida dedicada al arte.

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